jueves, 18 de octubre de 2012

La Ciudad de los Césares y el misterio de los indios blancos



Prácticamente desde la irrupción de los conquistadores en el territorio de Chile, se emprendió la búsqueda de un misterioso y fascinante emplazamiento en el ignoto sur, poblado por indios “blancos, de barba cerrada, y por lo común de estatura más que regular”.

Este asentamiento fue conocido como la Ciudad Encantada y tras las observaciones realizadas por el Capitán Francisco César en 1528 sobre las “grandes riquezas de oro y plata y piedras preciosas” en el sur de Chile, pasó a denominarse “lo de César” y, posteriormente, la “Ciudad de los Césares”.

Con el paso del tiempo, la fascinación por este inaccesible lugar acrecentó su fama y atracción, cubriéndose con imaginativos elementos hasta devenir en una quimera de riquezas materiales y espirituales. Sin embargo, ¿quiénes fueron los “indios blancos”, los habitantes de la Ciudad Encantada?

Contrariamente a la creencia que atribuye su origen a los naufragios o al rapto de mujeres europeas realizado por los indígenas, el misionero y testigo de los “indios blancos”, Tomás Falkner, hizo una clara distinción al determinar que los Césares son una gente muy crecida y agigantada, tanto, que por el tamaño del cuerpo no pueden andar a caballo sino a pie. Estos indios son los verdaderos Césares; que los que vulgarmente llaman así, no son sino españoles, que anduvieron perdidos en aquella costa, y que habitan junto al río que sale del valle, en las inmediaciones de los indios Césares; y por la cercanía que tienen a esta nación, les dan vulgarmente el mismo nombre, no porque en la realidad lo sean.

Los “indios blancos” fueron llamados aucahuincas por los indígenas. Su origen se remonta al tiempo mítico de los viracochas, los dioses civilizadores de América. Quito, Octubre de 2012. 244 páginas.

lunes, 15 de octubre de 2012

Historias Ociosas. Cuentos y relatos de Héctor Barreto



Héctor Barreto (1917-1936) fue una figura-símbolo de la Generación del ’38 de la literatura chilena, conformada por artistas como Eduardo Anguita, Braulio Arenas, Omar Cáceres, Teófilo Cid, Enrique Gómez-Correa, Fernando Marcos, Miguel Serrano y Jaime Rayo, entre otros. 

Sobre Barreto, Serrano escribió: ¡Oh, amigo, ¿dónde estás ahora? Tu muerte fué un símbolo para un sector de mi generación, tu muerte quemó una etapa para siempre. Después que tú te fuiste el aire se rompió y todos nosotros, que vivíamos retraídos y solitarios, fuimos proyectados a la acción y al mundo externo. Nos cogió la vida, con sus odios, sus luchas, sus amores y sus pasiones. Y también sucedió un fenómeno extraño. Entramos a saco en tu presencia y tu recuerdo. Nos apoderamos de tus gestos y actitudes. Así, por mucho tiempo, alguno de nosotros sonreía como tú, otro se puso tu abrigo como un manto bendito y alguien, hasta hoy, en tu recuerdo, cuenta historias y cuida la noche sagrada, como tú lo hiciste.

Barreto vivió inmerso en un mundo onírico y mágico, quizás como Aliro, el personaje central de uno de sus cuentos, “El Pasajero del Sueño”. 

Sus cuentos -que él llamaba “historias ociosas”- son únicos en la literatura hispanoamericana. Algunos de éstos son “La Perfecta Belleza”, “La Velada”, “La Ciudad Enferma”, “La Forma”, “Rito a Narciso”, “Jasón” y “La Niña-Flora”. 

Barreto murió asesinado en misteriosas circunstancias el 23 de Agosto de 1936, a la edad de diecinueve años. El derrotero de su existencia quizás se encuentra sintetizado en una frase que el mismo Barreto expresara: Mito. Utopía. Sueño: Lo único digno de buscar. Con material anexo sobre la Generación del ’38. Quito, Octubre de 2012. 304 páginas.